martes, 6 de mayo de 2008


Quisiera romper con los rascacielos oscuros y contemplar como muere el loco en el diván, el mal del siglo está entre nosotros, ni el SIDA ni el ANTRAX pueden contra ésta terrible epidemia, vacíos los ojos de los hombres empastados en Armani, vacíos los corazones de los seres poderosos. Sentada en los recuerdos difusos muero veces incontables, pasajero cuéntame de tu vaivén, caminante cuéntame de lo que vez, lluvia háblame de penas, Luna convérsame del Sol. En el bar están los borrachos con sus viejos recuerdos, dejen que las ideas broten en los reposos de otros, aléjense malditas ocurrencias que mi corazón está cansado de ver dolor, prefería ser el instinto puro, comer del hambre, dormir del sueño, Ser un árbol un árbol en la ribera de un río viejo, dormir al sol todas las noches, sin vivir, solo en sueños que son arrojados al suelo como maná a los hombres. Y la dulce memoria ya no recuerda más detalles

martes, 11 de marzo de 2008


Lloro a caudales por el triste espejo de una vida vaciada
Lloro por los autos y su miseria
Celebro la auténtica humanidad del loco y la ternura genuina de sus ojos -rojos-
Creo en sus palabras celestes, verdes y amarillas
Y canto por su alma y por el alma de otro hombre, que reposa sobre mis manos.
Canto por el alma de la mujer y por el alma del niño
Canto también por el alma de la tierra
Río junto a los perros que se pierden en la tarde
Interpretando señales del origen del tiempo,
En trajes espaciales distintos pero iguales.
Recorro la ilusión cantando una canción y observando todo
Con una capacidad de asombro extraterrestre...
Este no es mi primer contacto con el cemento y sus formas
Y con esta manipulación de monjas y curas y gobernantes y actores tristes
Y me siento en un banco a descansar palabras...
A compartir nuestras miradas carentes de maldad con un artesano del tiempo,
Con máscaras del ser, con un mago de barro, con los fantasmas de lo viejo.
Mis ojos se quiebran en partículas, no abro mi paraguas para empaparme de utopías
De esa sustancia transparente que anuncia la verdad (que cae en forma de lluvia),
Para que ésta se amalgame en mi ADN y deje impresa en mí su diáfana maravilla
La breve armonía, la estética de la flor, el verdor
Me permite recordar que aquí hay seres humanos que se están amando..

lunes, 21 de enero de 2008

Este día es algo de sal


Como un velero y en silencio, suelto el ancla y salgo de mi refugio submarino a andar. De vez en cuando me gusta caminar, es un pasatiempo que siempre me enfrenta a la hermosura del mundo, un poco desnutrida si hablamos de la hermosura de Santiago. Está lloviendo, necesito ojos transparentes y atentos para no perderme ningún detalle. Una vez fuera de mi guarida zarpa el velero, bajo las escaleras esquivo rocas lunares e insectos cósmicos, salto a la calle, hay charcos de colores, abro mi paraguas, quiero empararme de tantas cosas, pero no de agua por ahora, mi paraguas es gris, se confunde con el cielo, me empuja y salto al tejado, converso como siempre con los gatos que discuten acerca del sabor del viento, dicen que está cada día peor, que ahora es como una mezcla de humo y fantasmas del pasado, quizás tienen razón, pero los gatos me aburren, siempre mojados y disconformes, así que me despido rápida y cortésmente. Mi fiel compañero paraguas me empuja a ir más allá, siempre me ilusiona hablándome de lo astronómico, lo eterno, la inmensidad de los arco iris, los secretos de los árboles o las arquitectónicas manos de Zeus. Cuando se calla, yo lo observo todo como siempre, como por primera vez, me suele pasar involuntariamente. Estoy lejos y envuelta en mi pijama estelar, nadie puede alegarme nada o preguntarme ¿qué mirai?
En el centro y perdidos pululan los hombres de siempre, en distintas direcciones, apurados y “seguros” de a donde van, como siempre. Caminan embutidos en ternos, uniformes y vestidos a la moda, algunos son definitivamente androides de ojos metálicos, ante sus pupilas hay mundos desfragmentados, llevan paraguas pero están inundados, damnificados y tienen comprometidos los pulmones, el hígado y el páncreas, las arterias, y hasta el corazón, prenden cigarros y piensan enfurruñados donde dejaron el auto (y la alegría). Han perdido poco a poco las esperanzas, para ellos todo está hecho y al mismo tiempo devastado y sin vuelta atrás y el hombre….el hombre es una piedra de tope o en el mejor de los casos un útil ensamble, que se acostumbró al no Ser, a lo grotesco, a la rutina, al sexo frío y a las hamburguesas, estos hombres odian los enigmas, las bicicletas, la asimetría, los duendes, el calipso o todo lo que sea distinto. Están demasiado aburridos, necesitan escupir su frustración a las plazas, les hace tanta falta un paseo a algún cerro bien lejos, o una mañana de tomar desayuno, con sus hijos y entre risas, decidir que mejor pasará todo el día con ellos, algo así les resucitaría un poco el alma, no son felices pero al menos saben que tienen alma, deberían preocuparse de ella y dar un paseo (que no sea en un supermercado) antes que una ola de agujas afiladas, murallas y noches de pesadillas obstruya sus entrañas y sus días terminen con el gesto de desagrado que siempre tienen, pero en bocas azules y en labios fríos y muertos. Pero al menos pueden terminar con eso y salvarse, en el fondo lo saben.

Andan caminando hoy, como todos los días y también como nunca seres dúctiles, como niños que crecen a la sombra de los árboles y al ritmo de sus ciclos vitales, les gusta volver a ciertos lugares en utópicas naves a propulsión solar, saben que hay algo que hacer por alguien, sus ojos son brillantes, sus mentes preñadas de buenas intenciones, no se han enemistado con las risas explosivas en lugares insólitos, ni con los delfines, ni las guitarras, ni el algodón de azúcar, ni con la ternura, ni con el amarillo el naranjo o el verde, ni con la marea, ni con los gorriones; no se han enemistado consigo mismos. En sus cándidos zapatos, tacones o botas transportan su aprendizaje, sus imágenes, su infancia con columpios y atardeceres, bailan con el silencio, comen pan con mermelada al desayuno y se alegran por sus colores, salen de sus casas y si les da hambre en el camino no importa; igual se llenarán de lo que sea en ciertas veredas, porque tienen mentes curiosas y la sangre ardiente bailándole en las venas. Son felices porque saben que hay viajes, misterios, rincones, sensaciones y amores que los esperan a la edad que sea, quieren tanto vivir, improvisan versos en sus mentes, versos que jamás recordarán. No son absurdos, ilusos ni infantiles; simplemente tienen alma para soñar.

Ellos están salvados, saben que la alegría no viene sola, que hay que guardarla y protegerla como un tesoro, la guardan en un cofre inoxidable que nadie les despojará nunca, son sencillos estos hombres porque saben disfrutar de cosas pequeñas y construir con ellas castillos indestructibles, están salvados de la amargura, deben hacer con sus sueños cosas reales por ellos y para otros; compartir y propagar su amor con la demás gente, porque guardado no sirve de nada, al contrario, se extingue.

Y sentada en el techo miro y miro, deja de llover y cierro el paraguas, caigo a la vereda y me pongo a caminar pensando que quizás la gente no está tan mal, lo pienso por hoy y espero que me dure algún tiempo, pienso que al final hay gente salvada del vacío de la amargura y la que está en camino de hacerlo, nadie está predestinado, a no ser que se convenza de ello y la vida le pase por encima. Y con mi optimismo terco, quizás ridículo pero ya instaurado inevitablemente en mí, vuelvo a mi submarino y me anclo en mi guarida a ver quién quiere compartir una conversación, un trocito de alegría caleidoscópica, un pan con mermelada conmigo. Me saco mi pijama estelar y vuelvo a ser persona. Nunca me ganará la amargura, y quizás sea una ingenua y una ilusa, pero jamás seré un cuerpo vacío que, secándose al sol, asume la vida como una condena horrible. Jamás, nunca, en lo absoluto, de ningún modo, ni cagando, no nomás y punto. Salió el sol, y aunque hay esmog se puede vislumbrar un arco iris. Al final fue un buen paseo.