viernes, 16 de enero de 2009

Un arte


Comencemos abriendo la soledad. La muerte no tiene vuelta atrás y solo cuentan las palabras. No hay más tiempo que perder. Será nuestra última experiencia si queremos aún subsanar la vida, la libertad, el pan. Que todas las palabras sean quejidos, algarabías, rabias o sal. Como siempre tomemos sangre roja. Como siempre seamos mendigos de la muerte. Quebrantemos las palabras, si es vida lo que queremos. Hagamos el amor con las lluvias, las estrellas, las serpientes, pomarrosas y esperanzas. Sorprendámonos cada día de estar vivos todavía, bajo el gigantesco trigal de esta noche insomne, ruidosa de vientos altos y planetas. Como quien destapa una botella y no encuentra su camino, plagiemos a los dioses, a los viejos dioses que aún quedan. Arrojemos las armaduras que nos pesan, los altos, gigantes, cínicos escudos. Amemos al hombre. Dialoguemos con la esperanza rota, con el deseo deshecho, con el sueño destruido, gastado, con la rebelde sangre milenaria. Tenemos algo, tenemos demasiado de decir. Mientras tengamos tiempo, atontemos al silencioso fin. Mientras vivamos, juguemos, soñemos, acariciemos a las almas. Los ahogados florecen con la brisa, arañan las coliflores o los cilantros del viento de los basurales azules. Nosotros participaremos, construiremos guardaremos la alegría, la ira, la ternura, para cuando la gente se atreva a salir y nos invite. Nunca la poesía, el arte el canto tendrá punto final. ¡La finura impere en los dominios de la mierda imperante! Reposen sucios y enfermizos los niños contenidos en eternos monasterios, el niño que conmueva las hambres universales, fijadas desde nuestro primer paso, y nosotros arrastrando, arrastrando, arrastrando, arrastrando hasta el mañana las penas que nos quedan. Ya es el tiempo de soltar las palomas. Van a dar el momento de nuestra hora en una lejana plaza. Quince, diez, treinta, lo que sea. Y de pronto sonarán sus alas. Y ocultos en el más remoto sótano, demos grandes pasos hacia nosotros. Y en una noche con los besos nocturnos de los perros que nos observan, nos escuchan y nos siguen cabizbajos. Impongamos un arte del hombre, con el hombre, para el hombre. De cara al hombre, a pesar del hombre. Un arte que guarde relación con los jardines, las ventanas, el mirar y las miradas. El arte deformará lo real para formarlo. El arte que partirá de la vida, volverá a la vida y creará la vida. Un arte que cure causas, las cosas, las casas. Un arte capaz de acusar, de denunciar. Suelto, desfachatado, grotesco, desencadenado. Político, alucinado, cósmico, espiritual. Un arte que nos permita gritar a tiempo. Un arte con situación, fundamento, tensión, en explosión. Un arte en que nada falte del mundo, nada extrañe del hombre. Nada del fuego, del cielo ni del mar. Un arte nos haga aprender del tiempo, entender la vida, para aprender la muerte. Para leer la Luna, los planetas con el alma mientras hace fila para canjear el puesto a nuestra otra muerte. Un arte para liquidar la guerra, para aferrarse a la Paz. Visión, misterios, meditación. Magia, huracanes, alegría, frondosidad. Macho, unisexual, semen, sexo, flor. Un arte que vigile, eterno, fiel. Heroica e insistentemente vagabundo. Noblemente mensajero. Eternamente sentimental y carnal. Ruidosamente estremecido por la luz. Como si nunca fuéramos a morir. Definitivo, leve, antiestético. Un arte de sangre, pasión y fuego. De pasos largos. ¡Un arte capaz de amar! ¡Capaz de amar! ¡Capaz de amar la paz! ¡Capaz! ¡Capaz! ¡Capaz! ¡Capaz!

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